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4 de agosto de 2010

México: identidad y cultura
(Fragmento de la intervención de la escritora Elena Poniatowska, durante la asamblea nacional del Movimiento por la transformación de México y sus instituciones) En México, a la fecha, dos millones trescientos mil niños se quedan sin escuela. Desde hace un tiempo se habla de los “ninis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan. El Instituto Mexicano de la Juventud dice que son unos siete millones. Para muchos la alternativa es ir a engrosar las filas del narcotráfico. Tan sólo en Ciudad Juárez, hasta junio de 2010, diez mil niños perdieron a sus padres.
La cultura en los países europeos es un instrumento de defensa nacional integrada a la vida cotidiana, la influencia más definitiva en su desarrollo humano. En América Latina, México lo tiene todo para identificarse con la palabra cultura, porque nuestro pasado indígena asombra al mundo entero y nuestra cultura independiente puede exportar bienes culturales a todos los países.
La cultura lleva necesariamente a la democracia porque la creatividad hace al hombre libre y sobre todo más crítico. El disfrute de la cultura en todas sus manifestaciones también es un instrumento no sólo de respeto por uno mismo, sino de liberación.
Imposible hablar de democracia mientras no se incluya a los mexicanos más pobres. Imposible hablar de identidad mientras se excluya a los diez millones de indígenas. Imposible seguir adelante sin integrar a las mujeres que hasta la fecha somos las grandes olvidadas de la historia. Allí están las 400 asesinadas de Ciudad Juárez para comprobarlo. Imposible olvidar a las minorías con opciones sexuales distintas. Así como el presidente Lázaro Cárdenas se ocupó de los de abajo, un presidente que se ocupara de las mujeres, transformaría al país.
Los que tienen que dar ejemplo de austeridad son los que están en el poder. Si los funcionarios mandaran a sus hijos a escuelas públicas éstas mejorarían junto con la educación que se imparte, si tomaran el metro y el autobús, éstos serían más eficaces, más limpios y más seguros, si los poderosos se atendieran en las clínicas del IMSS y del ISSSTE la atención sería de primera. Subir los salarios mínimos, sería dignificante para todos.
Si se elevara el nivel educativo de los mexicanos, nuestro país sería más democrático, más solidario, más tolerante y más culto porque la educación incluye a todos: maestros, alumnos, padres de familia, sociedad y gobierno.
Un pueblo educado tiene más elementos para condenar los actos de impunidad y de corrupción de sus gobernantes y no cae en la adulación o el servilismo. Una educación laica y gratuita crea ciudadanos críticos que no tienen miedo de expresarse.
En los años que vienen, la cultura podría salvarnos al convertirse en el objetivo de todas las clases sociales, una cultura que hiciera renacer la confianza en nosotros mismos. La filosofía náhuatl nos dijo que éramos los cimientos del cielo y los antiguos mexicanos nos llamaron el pueblo del sol. Bajo ese sol y ese cielo se levanta nuestra esperanza.

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