PERCEPCIONES.- Por:
Eugenio Panóptico
El martes 12 de febrero fue
publicada una declaración de la diputada local priísta Yulma Rocha Aguilar
pidiendo al gobernador Miguel Márquez “no mezclar la política con la religión”
y que “se dedique a gobernar”, para así
no distraerse de sus actividades principales, “ya que el estado de Guanajuato
tiene muchos problemas”.
Todo esto a propósito del anuncio
hecho por el gobernador, de realizar un homenaje al Papa Benedicto XVI, quien
durante su visita a nuestro país únicamente lo hizo en tierras guanajuatenses.
Con la controversia que pretende
armar la diputada Yulma Rocha nos recuerda las polémicas que se desataron a
raíz de la primera visita a México de Juan Pablo II en enero de 1979, que fue
recibido por el presidente José López Portillo, derivando en una discusión
pública en la que se hizo aparecer al entonces secretario de Gobernación, Jesús
Reyes Heroles, prestigiado liberal como defensor de un laicismo que nunca
estuvo en peligro, pues, como se dejó perfectamente demostrado, el Estado
secular, producto de la Reforma, aguanta las visitas de todos los Papas.
Pero veamos la preocupación de la
diputada Yulma Rocha, que parece olvidar que el Papa reviste el carácter de
Jefe de Estado, del Estado Vaticano, con el que nuestro país tiene relaciones
diplomáticas y con el que comparte nuestro país compromisos internacionales en
favor de la paz universal y el respeto a los derechos humanos.
Más aún, los pronunciamientos y acciones de Benedicto XVI en atención a
los problemas del mundo, derivados de la pobreza, la contaminación ambiental,
la corrupción y los desastres naturales en distintas latitudes de nuestro
planeta, no pasan desapercibidos. Y no pasan desapercibidos porque, además de
ser Jefe del Estado Vaticano, Benedicto XVI es líder espiritual de más de mil
millones de católicos, con una descomunal influencia en muchas otras
comunidades debido a su permanente labor de acercamiento con otras iglesias,
entre ellas la de los judíos, musulmanes, anglicanos, protestantes y otras,
conocida de sobra su convicción ecumenista y en relación a la vigencia del
Concilio Vaticano II, que ha sido festejado al cumplir sus primeros 50 años,
después de que lo puso en marcha el Papa Juan XXIII en 1962.
Un hombre de la talla de Benedicto
XVI, que renuncia al poder con humildad, al reconocer que le falta suficiente vigor
físico, a sus 86 años de edad, para seguir conduciendo con toda su capacidad a
una iglesia conformada por millones y millones de seres humanos, merece no sólo
el homenaje del pueblo y el gobierno de los guanajuatenses sino de toda la
humanidad.
Que el estado de Guanajuato tiene
muchos problemas, es cierto. Pero un homenaje a Benedicto XVI no distrae a
nadie de sus obligaciones esenciales. Recordemos. “No sólo de pan vive el
hombre”. Y una gran parte de la raíz de nuestros problemas está en la
deshumanización de nuestra conducta, en el deterioro de las relaciones
intrafamiliares con el desprecio a los abuelos y personas mayores, a quienes,
por cierto, siempre ha reconocido Benedicto XVI como valiosos recursos dignos
de protección y que deben aprovecharse en las tareas educativas.
Yo creo que Yulma Rocha se equivoca
al no admitir la urgencia actual de valorar a los grandes hombres,
independientemente de sus creencias religiosas, como Gandhi, Mandela, Luther
King y varios más. Son figuras inspiradoras para miles de hombres y mujeres que
desean construir un mundo mejor.
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