TRIBUNA.-

EL RETO CIUDADANO
Por: Iván Orozco
Una vez más nos encontramos ante un proceso electoral en México; un proceso electoral muy especial, sui generis, atípico, dicen los políticos, totalmente gris, decimos nosotros, falto de entusiasmo y prácticamente ausente de las prioridades ciudadanas.
Casi nadie se percató del arranque de las campañas políticas; mucho se ha comentado acerca de los efectos que la alerta sanitaria generó, pero la realidad es que se tiene la percepción de que los mismos candidatos buscaron esconderse en esa cortina de humo para tratar de iniciar su proselitismo electoral de una manera más que discreta. Y puede entenderse, dado el hastío generalizado que priva en las masas, que ya no quieren saber mucho de asuntos políticos y mucho menos de quienes los llevan a cabo.
Parece que cada vez es más difícil contar con buenos candidatos independientemente del partido al que representen. A la mayoría de ellos se les ve siempre desangelados, desencajados, temerosos, faltos de carisma, de brillo propio y sobre todo, de ideas. Ya lo mencionaba el reconocido jurista Miguel Carbonell, “nos damos cuenta de que nuestros políticos podrán tener muchas cualidades, pero no andan sobrados de ideas”; y es que efectivamente, escuchamos a candidatos hablar y hablar de temas y hacer promesas sobre asuntos que ni siquiera se ubican en el ámbito competencial del cargo al que aspiran. Candidatos a diputados hablando de obra pública o candidatos a presidentes municipales hablando de crimen organizado… y a fin de cuentas, no solo es la forma sino el fondo, la estructura de las propuestas la que se haya ausente. Se plantea con especial énfasis lo ideal pero nunca se explica cómo se pretende llegar a ese estado de cosas.
Hasta ahora no se ha escuchado a ningún político, al menos de los que coexisten en nuestra región y en nuestro municipio de Acámbaro, hacer planteamientos como el dotar al ejercicio político de un carácter y una esencia más humana, ocupada en el individuo, en el barrio, en la colonia, en la comunidad… brillan por su ausencia los políticos alegres, convencidos de lo que ellos mismos proponen. Se dicen todos seguros del triunfo electoral pero a ninguno se le percibe humilde, noble, tolerante ni mucho menos sensible. Eso sí, encarnan la arrogancia y la soberbia de la que ya está cansada la sociedad. Y muy pocos se atreven a hablar de honestidad en el ejercicio de la función pública, acabar con viejos vicios, y eso es muy grave.
(Texto íntegro, Edición Impresa, La Antorcha 116, 2 de Junio de 2009)