Unas Calaveras de Juan Pueblo.-
Con el propósito de resucitar el buen humor… y una pizca de ingenio.
Para el presidente municipal
(Gerardo Silva Campos)
Fue un candidato excelente
que venció al pobre de Vences,
mas quien sería gobernante
chocó con pérfida gente.

Eran miles de personas
que esperaban acomodo,
como si en las oficinas
cupieran “de todos modos”.

Pronto estalló tal problema
que Gerardo, muy dolido,
decidió ante este dilema
abandonar su servicio.

Quería la gente necia
beneficios del erario,
sin saber que Presidencia
no podía emplear a tantos.

Ya agobiado el presidente,
no obstante su juventud,
cayó abatido y silente
en un gélido ataúd.

Algunos diablos lloraron
con bestiales alaridos,
pero se regocijaron
Tirado con sus amigos.

Para el Secretario de Ayuntamiento
(Pompeyo García Rosillo)
Muy gustoso el abogado
se dispuso a funcionar
apoyando al gran Gerardo,
sin malicias de tranzar.

Pero se le atravesaron
intenciones de Cortés,
dejándolo descubierto,
cómplice de ABCD.

Tropezó atribulado
el licenciado Pompeyo
sonriendo Satán malvado
al recogerlo desecho.

Ya descansa en su cajón,
Hermosilla lo vigila,
que se siente con valor
para suplirlo en su silla.


Para el tesorero municipal
(Gelasio Nieto Sierra)
Rebosante de la vida
Gelasio se ufanaba
de dominar la partida
y en Tesorería triunfaba.

La soberbia lo acabó,
no pudo con un balance,
con un lápiz resbaló
cayendo en un letal trance.

Expidió cheques sin fondos
que repartió por doquier,
alegrando a los orondos
diablillos de Lucifer.

Atajó sus desvaríos
una venturosa Parca
que lo arrastró sin denuedo,
llevándoselo en su barca.